Hay días que nos levantamos animosos,
como dispuestos para jugar la vida
y entonces salimos de la cama
con el pie el derecho
y nos sentimos entusiasmados,
y por si fuera poco,
con la suerte sentada a nuestro lado.
Y entonces,
vamos por la vida
jugando la ruleta
y probando nuestra suerte,
ganando las apuestas
y algunas conquistas.
Pero cuando nos sentimos con estos ánimos de comernos al mundo es,
cuando en sueños,
hemos encontrado nuestra amada
y durante el día descubrimos que no es un sueño,
sino más bien,
toda una realidad
tan hermosa,
tan linda,
tal libidinosa,
tan humana,
tan magnífica,
tan inteligente
que parece seguir siendo un sueño.
Entonces sentimos esas ansias
de jugar lo tiene que en la vida realmente importa.
Ese juego de mil batallas
en el que se puede perder la guerra
sin perder ninguna batalla.
Jugar aquel juego de táctica y estrategia
para conquistar reinos,
sólo para poder acercarnos al reino de tu corazón
y que,
sólo después en un larguísimo asedio,
abran las puertas del Castillo
para que entre triunfante
por aquellas escaleras que eran piedra,
y hoy,
son sólo nubes de algodón.
como dispuestos para jugar la vida
y entonces salimos de la cama
con el pie el derecho
y nos sentimos entusiasmados,
y por si fuera poco,
con la suerte sentada a nuestro lado.
Y entonces,
vamos por la vida
jugando la ruleta
y probando nuestra suerte,
ganando las apuestas
y algunas conquistas.
Pero cuando nos sentimos con estos ánimos de comernos al mundo es,
cuando en sueños,
hemos encontrado nuestra amada
y durante el día descubrimos que no es un sueño,
sino más bien,
toda una realidad
tan hermosa,
tan linda,
tal libidinosa,
tan humana,
tan magnífica,
tan inteligente
que parece seguir siendo un sueño.
Entonces sentimos esas ansias
de jugar lo tiene que en la vida realmente importa.
Ese juego de mil batallas
en el que se puede perder la guerra
sin perder ninguna batalla.
Jugar aquel juego de táctica y estrategia
para conquistar reinos,
sólo para poder acercarnos al reino de tu corazón
y que,
sólo después en un larguísimo asedio,
abran las puertas del Castillo
para que entre triunfante
por aquellas escaleras que eran piedra,
y hoy,
son sólo nubes de algodón.
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